viernes, agosto 27, 2010

"TÚ ERES DE CULO"

En la cama Raquel me explicó que los hombres se dividen entre los que buscan el pecho y los que ansían el culo. En ese momento agarraba con mis manos sus nalgas prietas y ella sentada a horcajadas sobre mí me miraba fijamente y sonreía. - “Tú eres de culo”- me dijo. Y yo no recuerdo si asentí o si llevé una mano a su pecho buscando una paridad que me excluyera de cualquier clasificación y recuperara la justa atención que bien merecía su precioso busto.

De eso han pasado dos años.
Los mismos desde aquel primer Soltero Tranquilo en Del Diego al que siguieron otros muchos más.
Tantos como desde mi último post.

En dos años me ha dado tiempo a cambiar reyes por copas, a pecar entre horas, a apostar por silencios que fingen saber de quien es la boca, a robarle dos besos a cualquier aspirante a Madona y a joder sin querer la pianola del último bar. He olvidado montar en bicicleta, he meado saliéndome del tiesto, he castrado a Dulcinea, he aprendido a cambiar de bragueta, a colarme en el huerto, besar a Melibea y saber que dan pato por liendre si eres ciego en un París con más luces que tuertos.

En dos años las musas han venido a buscarme y yo he preferido irme con ellas a que ellas se quedaran conmigo. He vuelto siempre de noche y he soñado buscarlas a oscuras, hirviendo en deseo de verlas desnudas fingir con esmero y con ansía de puta, ganas todas, ardor fiero, susurrar la Odisea que es la hoja de ruta de este falso Homero.

En dos años no he cambiado de casa, he dormido en unas, escapado de otras y amanecido perdiendo una vergüenza que creía no haber conocido, dando con la forma de encontrar sin tener que buscar. He comprado más discos, he perdido seis libros, he ahogado en Gin Tonic el Aullido de Ginsberg y he calzado con Burroughs la pata de un mueblebar beatnik y victoriano que tienta con solo mirar. Han llenado mi armario, he buscado sitio y he cedido cajones que tarde o temprano he vuelto a vaciar. He besado a Gabriela, he dormido con Clara, gritado con Ana, olvidado a Ximena, a Manuela la pude llegar a adorar y con Lucía me puesto las botas como el gato en un cuento de nunca acabar. Por Susana he llorado, con Clara hubo un bis que quedo a la mitad, Lola vino para quedarse, Caye dijo que no, Aurora trajo el rosario y Laura siempre supo que no iríamos a más.

Mi oficina ha cambiado. Es la misma pero en otro lugar. Blanco, blanco, blanco y con olor a nada. Como un pulcrísimo anuncio de lejía neutra cuya blancura se ve empañada por las manchas marrones de la suciedad o los globos azules del oxigeno líquido activo. Uno de esos soy yo. Los lunes por la mañana más mancha que oxígeno. Ni más cerca ni más lejos. Todo casi igual. La novedad la ha puesto una nueva compañera con la que tardé en cruzar palabra casi tres semanas. Disimulaba su no muy alta estatura con stilettos de 10 cm y 300 euros el par. Más faldas que pantalón y camisetas Chloé o Luella. Su nombre lo supe al tercer día. Al resucitar tras haber sido negado tres veces por un compañero egoísta y recién divorciado con ansias de ejercer derecho de pernada.

Lo mejor de fumar son las escapadas a la calle en horario laboral. La maquina de café está caput. Todo se cuece en esos 10 minutos. Miradas indiscretas, "¿tienesfuego?" disfrazando un directísimo tequierofollar, romances entre plantas y cotilleos al por mayor. Si la planta calle echa humo el garaje discreto y oscuro debe ser puro fuego. Yo no fumo, me lo pierdo y me jode. Así que a veces bajo para contradictoriamente “airearme” rodeado de humo de tabaco. Así coincidimos. Así me dijo su nombre. Así coqueteé descaradamente y así me contó lo feliz que era como recién casada. Tras consolidar el buenosdías diario y coincidir una cuantas veces en el ascensor, se vino a comer un día con nosotros. Gallega y huérfana de padre, Lorena se había casado meses atrás con su noviodetodalavida para regocijo de una madre que no paró de comentar entre sollozos durante toda la ceremonia lo feliz y orgulloso que hubiera estado su padre de haberla visto vestida de blanco. Su marido, piloto y guapísimo como atestiguaba la foto de uniforme que llevaba en la cartera, pasaba bastante tiempo fuera de casa y ella aprovechaba su ausencia para organizar cenas en las que buscar un novio a sus amigas treintañeras y solteras con el que pudieran comer perdices y ser tan felices como lo era ella en su ático de Sanchinarro, con piscina, área infantil y frontón para jugar a solas.

Cuando se acabaron los solteros de su promoción residentes en Madrid y tras agotar los contactos de facebook y asmallworld, nos tocó el turno a otro compañero y a mí.

Puede ser divertido” – Pensé mientras respondía con un amable “seráunplacer” su invitación.

Ponte guapo” – Me dijo sonriendo y giñando el ojo derecho.

Lorena fue la perfecta anfitriona esa noche.

Y yo desperté la mañana siguiente con los besos de Paula en el cuello.